jueves, 23 de diciembre de 2010

de los nombres de Cristo


De los Nombres de Cristo
Fray Luis de León

Sólo una cosa de estas diré, y es que el original de este nombre Jesús, que es Iehosuah como arriba dijimos, tiene todas las letras de que se compone el nombre de Dios, que llaman de cuatro letras, y además de ellas tiene otras dos. Pues, como sabeís, el nombre de Dios de cuatro letras, que se encierra en este nombre, es nombre que no se pronuncia, o porque son vocales todas, o porque no se sabe la manera de su sonido, o por la religión y respeto que debemos a Dios, o porque, como yo algunas veces sospecho, aquel nombre y aquellas letras hacen la señal con que el mudo hablar no puede, o cualquiera que no osa hablar, significa su afecto y mudez con un sonido rudo y desatado y que no hace figura, que llamamos interjección en latín, que es una voz tosca y como si dijésemos sin rostro y sin facciones ni miembros; que quiso dar Dios por su nombre a los hombres la señal y el sonido de nuestra mudez para que entendiésemos que no cabe Dios ni en el entendimiento ni en la lengua, y que el verdadero nombrarle es confesarse la criatura por muda todas las veces que le quisiera nombrar, y que el embarazo de nuestra lengua y el silencio nuestro cuando nos levantamos a él es su nombre y loor, como David lo decía; así que es nombre inefable y que no se pronuncia. Más aunque no se pronuncia en sí, ya véis que en el nombre de Jesús, por razón de las dos letras que se le añaden, tiene pronunciación clara y sonido formado y significación entendida, para que acontezca en el nombre lo mismo que pasó en Cristo, y para que sea, como tengo dicho, retrato el nombre del ser. Porque, por la misma manera, en la persona de Cristo se junta la divinidad con el alma y con la carne del hombre; y la palabra divina, que no se leía, junta con estas dos letras, se lee, y sale a la luz lo escondido, hecho conversable y visible, y es Cristo un Jesús, esto es, un ayuntamiento de lo divino y lo humano, de lo que no se pronuncia y de lo que puede pronunciarse, y es causa que se pronuncie lo que se junta con ello.
Más en esto no pasemos de aquí, sino digamos ya de la significación del nombre de Jesús, como él conviene a Cristo, y como es sola de Cristo, y como abraza todo lo que de él se dice, y las muchas maneras como esta significación le conviene.
Jesús, pues, significa salvación o salud, que el ángel así lo dijo. Pues si se llama Salud Cristo, cierto será que lo es, que lo es para nosotros, porque para sí no tiene necesidad de salud el que en sí no padece falta ni tiene miedo de padecerla. Y si para nosotros Cristo es Jesús y Salud, bien se entiende que tenemos enfermedad nosotros, para cuyo remedio se ordena la salud de Jesús. Veamos, pues, la cualidad de nuestro estado miserable, y el número de nuestras flaquezas, y los daños y males nuestros, que de ellos conoceremos la grandeza de esta salud y su condición, y la razón que tiene Cristo para que el nombre Jesús, entre tantos nombres suyos, sea su propio nombre.
El hombre, de su natural, es movedizo y liviano y sin constancia en un ser, y, por lo que heredó de sus padres, es enfermo en todas las partes de que se compone su alma y su cuerpo. porque en el entendimiento tiene oscuridad, y en la voluntad flaqueza, y en el apetito perversa inclinación, y en la memoria olvido, y en los sentidos en unos engaño y en otros fuego, y en el cuerpo muerte, y desorden entre todas estas cosas que he dicho, y disensiones y guerra, que lo hacen expuesto a cualquier género de enfermedad y de mal. Y lo que es peor, heredó la culpa de sus padres, que es enfermedad en muchas maneras, por la fealdad suya que pone, y por la luz y la fuerza de la gracia que quita, y porque nos enemista con Dios, que es fiero enemigo, y porque nos sujeta al demonio y nos obliga a penas sin fin. a esta culpa común añade cada uno las suyas, y, para ser del todo miserables, como malos enfermos, ayudamos al mal y nos llamamos la muerte con los excesos que hacemos. De manera que nuestro estado, desde nuestro nacimiento, y por la mala elección de nuestro albedrío, y por las leyes que dios puso contra el pecado, y por las muchas cosas que nos invitan siempre a pecar, y por la tiranía cruel y el cetro durísimo que el demonio tiene sobre los pecadores, es infelicísimo y miserable estado, por dondequiera que lo miremos. Y nuestra enfermedad no es una enfermedad, sino una suma sin número de todo lo que es doloroso y enfermo.
El remedio de todos estos males es Cristo, que nos libra de ellos en las formas que ayer y hoy se han dicho en diferentes lugares; y porque es el remedio de todo ello, por eso es y se llama Jesús, esto es, Salvación y Salud.

(...) Porque nuestra salud, presupuesta la condición de nuestro ingenio, y la cualidad y muchedumbre de nuestras enfermedades y daños, y la corrupción que había en nuestro cuerpo, y el poder que por ella tenía en nuestra alma el demonio, y las penas a que la condenaban sus culpas, y el enojo y la enemistad contra nosotros de Dios, no podía hacerse ni venir a colmo si Cristo no fuera pastor que nos apacentara y guiara, y oveja que nos alimentara y vistiera, y hostia que se ofreciera por nuestras culpas, y sacerdote que interviniera por nosotros y nos desenojara a su Padre, y león que despedazara al león enemigo, y cordero que llevara sobre sí los pecados del mundo, y vid que nos comunicara su jugo, y puerta que nos metiera en el cielo, y médico que curara mil llagas y verdad que nos sacara del error, y luz que nos alumbrara los pies en la noche de esta vida oscurísima, y, finalmente, sol de justicia que en nuestras almas, ya libres por él, naciendo en el centro de ellas, derramara por todas sus partes sus lucidos rayos para hacerlas claras y hermosas. Y así, el nombre de Jesús está en todos los nombres que Cristo tiene, porque todo lo que en ellos hay se endereza y encamina a que Cristo sea perfectamente Jesús.

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